Tuesday, December 12, 2006

DIGRESIONES CENTENARIAS

Pronto, el 16 de diciembre de 2006, Pablo Carmelo Montalván, Pacarmón cumpliría 100 años de vida. Quiso la muerte truncar el largo camino que aún le tocaba recorrer.
Como editor, parte interesada por cierto, siendo él mi padre me permito amables lectores de las “Crónicas de Pacarmón” hacerles llegar dos momentos de su vida; uno tiene que ver con su vida familiar y su gusto por la lírica; el otro con su participación en el conflicto bélico que envolvió a Perú y Colombia en 1932, y que expresa su amor filial.

Pablo Fernando Montalván




Fortuna

Tríptico
I
Del cielo el más preciado de los dones
Son los hijos, tesoro que conjura
Del vivir las ingratas sensaciones,
Las horas de tristeza y amargura.

Al lenguaje le faltan expresiones,
falta al mirar más cálida ternura,
más violencia al latir los corazones,
más vida para amarlos mientras dura.

¿Quién no ansía de sus hijos la ventura
y a Dios ruega en sus tiernos extravíos?
¿Quién no piensa en ellos noche y día
y quiere que esté su alma siempre pura?
¿Quién no siente en el alma sus desvíos
por su dicha la suya entregaría?

II
Son seis ángeles que la vida mía
Encausan por la senda del destino,
Su bienestar, su dicha, son mi guía,
Sus sonrisas alegran mi camino.

Es supremo placer su compañía
Y al mirarlas, en silencio adivino
En el suelto raudal de su alegría
El reto que ellas lanzan a su sino.

¿Qué me importan la holgura o la pobreza
cuando tengo estos ángeles del cielo?
Con sus juegos, sus charlas, mi alma goza,
Sus caricias disipan mi tristeza
Y sus besos me llenan de consuelo,
Haciéndome la vida más hermosa.

III
Cuando siento que a veces es la vida,
Una lenta caravana de dolor,
Ola que nos arrastra enfurecida
Tempestad que nos envuelve en su fragor.

Al ver una ilusión desvanecida
O en mil pedazos contemplo con terror,
Rota mi calma, mi dicha destruida,
Pienso en mis hijos y olvido mi dolor.

Y en esa ingrata y lenta caravana,
Insensible a los golpes de la suerte
Seguiré, pensamiento y alma fijos
En un ideal: su dicha de mañana,
Pues dentro me grita una voz:¡Se fuerte!
¡olvídate de ti, piensa en tus hijos!

...




“Por la tarde estábamos haciendo limpieza de nuestro armamento, cuando me enteré que estaba acoderando el vapor “Liberal”; me apresuré para terminar y como media hora después, llegó corriendo Ricardo Tobies y me dijo:
-¡Tu padre ha llegado en el “Liberal” como tripulante!
-¿Lo viste?... ¡Qué bueno!... ¿Cómo está?...contesté, y al mirarlo algo extraño noté en su semblante
-¿Qué pasa, Ricardo?-le pregunté-¿Ha sucedido algo?
-Sí, pero ten calma…He presenciado algo desagradable, y me lo contó.
Estaban descargando del “Liberal”, material para la armada y un comandante de la marina, confrontaba personalmente el cargamento. Mi padre estaba haciendo entrega de cierto número de cuñetes de aceite lubricante, los que iban siendo conducidos inmediatamente por personal de la marina; cuando ya quedaban los últimos para llevar, el comandante le hizo notar que en la cuenta que estaba haciendo faltaba un cuñete, mi padre le contestó:
-No puede ser, tienen que estar completos.
El comandante con muy malos modos insistió en que no estaban completos, pretendiendo hacerlo responsable de la supuesta pérdida y mi padre porfiaba en que estaban completos y que había que rectificar la cuenta:
-Mande usted, que alguien vaya a contar los que se llevaron y verá que están completos.
Encolerizado por la contradicción le gritó que debía tenerlo, y mi padre, en tono impaciente y altanero protestó:
-¡Y para qué quiero yo un cuñete de aceite!... ¡Yo no lo voy a robar!... ¡Mande contar los que se han llevado y verá que están completos!...
Como el tono que puso mi padre a su expresión no sería del agrado del comandante, se le acercó violentamente y le aplicó un puñetazo, ordenando de inmediato que lo encerraran en la bodega… esto me lo contó Tobies.
Ciego de ira me puse apresuradamente las bandas y me dirigí al puerto, en el camino me serené un poco; cuando subí al buque no vi al comandante, pero sí a otros oficiales de la armada, que estaban confrontando la carga; de pronto apareció, todos los presentes, testigos de lo que había ocurrido, muchos de los cuales me conocían y quizá comprendían, por mi gesto y actitud que ya me había enterado de lo sucedido, me miraban ansiosamente.
Me acerqué decidido, me cuadré delante y saludándole militarmente le dije:
-Mi comandante, un soldado de la patria le pide que ponga en libertad al hombre que mandó encerrar.
Me clavó una mirada mezcla de atención y de sorpresa, que me pareció interminable, yo lo miraba directamente a los ojos, quién sabe con qué expresión.
-¿Quién es usted?, preguntó.
-Soy un soldado y ese hombre es mi padre, le contesté.
Yo no sé qué habría hecho si se hubiera negado y me lo decía, o si hubiera tomado una actitud de rechazo y me gritaba, o qué se yo…Fueron breves y tensos segundos de silencio, miró a ambos lados, se dio una ligera vuelta, miró detrás y sin decirme una sola palabra se retiró unos pasos. Me quedé inmóvil un instante y cuando me disponía a acercarme de nuevo al comandante, alguien me tocó el brazo y me señaló hacia un sitio, miré y vi a mi padre que pasaba de la chata a la lancha. Me acerqué rápidamente y nos abrazamos sin decir una palabra; luego cogiéndolo por los hombros y mirándole a los ojos le pregunté:
-¿Qué ha pasado?, en tono evasivo y sonriente me contestó:
-Tonterías…y tú, ¿cómo estás?
Debo agradecer a mi buena estrella el feliz desenlace de mi audaz reclamo, como nunca estuve en un tris de hacer una barbaridad.”

De: Pacarmón “El rescate de Leticia” Novela de una frustración loretana. Lima-Perú 1978

2 comments:

alberto tobies said...

gracias a su señor padre por estas lineas, sino no supieramos mucho de nuestra historia como loretanos, y que sorpresa que mi abuelo es nombrado es su relato(ricardo tobies), los relatos me motivan a aprender mas de nuestra historia, gracias por compartirlo. ¿tendra una galeria de fotos de la epoca para compartirlos?

Fernando Montalván, Editor said...

Gracias Alberto por tu comentario, hubiera querido tener tu e-mail para contestarte por esta vía.
Muy cordialmente.
Fernando Montalván.

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