AVATARES DE LA POLÍTICA
Iquitos, 9 de setiembre de 1,922.
Señor Don Ladislao Serrón.
Ciudad.-
Por encargo del señor general Prefecto, me es grato dirigirme a usted, manifestándole que en días pasados se ha recibido en esta Prefectura una circular de un club titulado “José Pardo”, firmada por Ud., y en la que comunica el cambio de la junta directiva.
No debe ocultarse a Ud., que en la época actual, en la que gobierna el país un régimen netamente democrático, contrario a la oligarquía pardista no puede aceptarse la existencia de un club o asociación, cualquiera que ella sea, que funcione ostentando como un reto al estado de cosas establecido, el titulo del jefe de una agrupación de hombres dañinos para el país y odiosos al patriótico gobierno que rige los destinos de la nación; mucho menos cuando como en el caso del club que Ud., preside, son perfectamente conocidas sus inclinaciones políticas, claramente demostradas durante el desgraciado movimiento subversivo de Loreto.
Es pues llegado el caso de que se sirva Ud. comunicar a los miembros del club de su presidencia, que el señor general Prefecto, no reconoce ni permitirá el funcionamiento de dicho club mientras no cambie el titulo que ostenta y que motiva la presente.
Atentamente.
Andrés Rodríguez Frías
Secretario de la Prefectura de Loreto.
La reacción que originó la antedicha carta fue insospechada. Serrón convocó a sesión de Asamblea General Extraordinaria a la que concurrieron 52 socios activos y los cuatro equipos de fútbol.
Si bien es cierto que muchos socios, entre ellos el mismo presidente Meneleo Meza, fueron simpatizantes de la causa revolucionaria, al igual que muchos de los otros clubes deportivos e instituciones locales, y una gran proporción de la población de Iquitos, esa simpatía fue puramente personal; y en ningún momento la brindaron en nombre del José Pardo.
El estandarte obsequiado por los oficiales de Regimiento Cazadores del Oriente Nº 17, sublevado por Cervantes, que había conquistado el José Pardo, y que se exhibía en el Salón de Actos del Club, era un trofeo que no tenia otro significado que el resultado de una victoriosa pugna deportiva; pero, su posesión fue interpretada en forma caprichosa y malintencionada, ya que no puede suponerse que hubo ignorancia de cómo se puso en lucha el indicado trofeo.
La realidad fue que el citado Rodrigues Frías, estaba influido por gente que intencionalmente tenía intención de hacer daño a determinados dirigentes del José Pardo, que en alguna forma habían intervenido en la revolución y por otra parte arrastrado por su servilismo y el afán de hacerse grato al régimen constituido, creyó que sería fácil someter a su capricho y humillar a la institución, dando así una prueba de su lealtad al gobierno, y de su prepotencia a la sociedad de Iquitos.
Dado el carácter del asunto la sesión pasó a ser secreta.
Intervinieron en el debate plenos de la más justa indignación todos los socios, y sus intervenciones reflejaron, no sólo el repudio a semejante abuso y demostración de prepotencia, sino el firme propósito de mantener el nombre que los unió durante 16 años en un esfuerzo que jamás tuvo ayuda extraña.
Al declararse en sesión secreta el vocal Juan Daniel Arévalo cerró las puertas y se mantuvo en actitud de vigilancia.
Sería largo dar el detalle de un debate que duró tres horas, que por ser importante merecería ser conocido. Nos limitaremos a sintetizar las intervenciones más saltantes.
Eduardo Noriega, uno de los primeros en hablar dijo: “Creo que no tenemos porque dar importancia a esa carta que dirige el secretario de la prefectura, pues este señor no tiene ninguna autoridad para hacerlo. Démosle por no recibida”.
José Antonio Rengifo dijo: “Considero que esa carta manifiesta una actitud hostil contra toda la juventud deportiva y es una amenaza que hiere la dignidad de quienes, como nosotros, sólo nos preocupamos de formar hombres sanos y fuertes para la defensa de la patria. Soy de opinión de no ceder a la imposición que entraña esa carta, de que el club cambie de nombre”.
Eduardo Noriega insistió: “El nombre que se le puso al club es sólo un reconocimiento a la obra del Dr. José Pardo en el departamento de Loreto; ahí está la Instrucción Elemental Obligatoria, las Escuelas Fiscales, la torre inalámbrica, que nos ha hecho mas fácil la comunicación con la capital, los cruceros Grau y Bolognesi, que son el orgullo de nuestra escuadra. Si se ha puesto su nombre a nuestro club no es porque sea político ni porque somos políticos. Seria la más negra ingratitud no reconocer esos beneficios y el más vil gesto de cobardía aceptar la imposición que se nos hace: de que cambiemos de nombre. Insisto en que no se debe tomar en consideración esa carta, pues, su sólo envío ya significa una ofensa a nuestra dignidad institucional”.
El presidente Serrón admitió las razones de Eduardo Noriega: “Así es señor Noriega, pero, ateniéndonos al tenor de la carta y aunque sólo este firmada por Rodríguez Frías, en ella dice: “por encargo del señor Prefecto” Esta pues claramente amparada la amenaza que encierra. Creo, por esto, que, aparte de tomar o no en consideración la carta, debemos estar preparados para cualquier emergencia y en salvaguarda de nuestros intereses institucionales y mi propia responsabilidad, hacer un inventario notarial de nuestros útiles, enseres y material deportivo”.
Juan Daniel Arévalo, desde su puesto de guardián de la puerta dijo: “Muy bien, señor presidente, pero, para que todos se den cuenta del abuso que se está cometiendo, pido que se de publicidad a la carta en los periódicos”.
Manuel Burga Soto habló: “Eso sería imposible señor presidente. No habría periódico que se atreviera a publicarla. Yo se bien como tipógrafo que sólo se publica lo que conviene a las autoridades”.
Juan B. Tuesta Quintana protestó: “Pero no vamos a quedarnos en silencio. Aunque no se publique en los periódicos, algo tenemos que hacer para defender nuestros pisoteados derechos”.
Jorge Noriega Rengifo, secretario de la Corte Superior de Loreto, con su voz reposada de relator dijo: “La carta del señor Frías hace cargos a la institución, por lo tanto lo conveniente es que se pase un oficio al señor Prefecto, haciéndole recordar,(porque él debe saberlo, pues ha sido socio honorario nuestro), que esta institución no es de carácter político, haciéndole conocer cual ha sido su labor deportiva en 16 años de vida; haciéndole saber que nunca recibió ni menos pidió ayuda alguna a ninguna autoridad; haciéndole saber que cuando la Patria necesitó defender sus fronteras, han sido los del Athletic los primeros en presentarse a los cuarteles en 1910…”
Fue interrumpido por una salva de aplausos.
Su hermano Eduardo más combativo, volvió a intervenir: “Yo no estoy de acuerdo con el señor Noriega en dirigirnos al Prefecto. Opino que debemos esperar a que los hechos se produzcan. Que clausuren el club, por la fuerza si se atreven. No debemos dar ninguna explicación ni dirigir ningún oficio”.
José Antonio Rengifo salió en su apoyo: “Yo pienso como el señor Eduardo Noriega. Basta que se trate de una imposición para que sea hiriente y ofensiva. En consecuencia debemos demostrar firmeza y hacernos tenaces en la lucha. Que el público vea que la juventud del José Pardo no se inmuta con amenazas y jamás aceptará una humillación o un vejamen de naturaleza tal como el cambiar su nombre. Un nombre que día a día va ganando en gloria y prestigio”.
Jorge Noriega insistió: “Todo lo que dice el señor Rengifo está bien, pero según se desprende del tenor de la carta, el Prefecto no permitirá el funcionamiento del club mientras no se le cambie el nombre, y tendremos que llegar, con seguridad, al doloroso caso de ver clausurada nuestra querida institución, porque jamás aceptaremos el cambio de nombre. Por esto es preferible que lo clausuremos por nuestra propia voluntad, tomando las precauciones recomendadas por el señor presidente, para no correr el riesgo de perder lo que hemos ganado en 16 años de lucha”.
El debate fue amplio y sereno. Los asambleístas, opinando en uno u otro sentido, llegaron por votación al acuerdo final:
1. Antes de quitar nada del nombre del club, esperar a que la autoridad consume el delito de clausurarlo por la fuerza.
2. Salvar las existencias, debiendo encargarse del archivo de la institución el presidente, de los premios y biblioteca el tesorero, de los muebles enseres y gimnasio el señor Ernesto Díaz, debiendo efectuarse esto, después de recibida la respuesta del oficio al Prefecto.
3. Se designó a la señora Rosa de Celis, esposa del tesorero, depositaria del terreno de propiedad del club, lo que se hará por Escritura Pública, reconociéndola como única propietaria.
4. La comisión encargada de redactar el oficio al Prefecto estaría compuesta por los señores Jorge Noriega, Ladislao Serrón y José Antonio Rengifo.
5. La comisión encargada de entregarlo personalmente por los señores Manuel A. Machado Neves, José Antonio Rengifo y Ernesto Díaz.
Al aprobarse estos acuerdos Alfonso Bartra hizo constar:
“Yo fui contrario a la declaración del receso institucional porque como hombres libres y honorables, estamos en pleno goce de nuestros derechos cívicos y hubiera preferido que el abuso de la fuerza se ensañara contra el club y contra nosotros, para resistir, no como una muestra de rebeldía sino como una demostración de firmeza; pero, como atleta disciplinado, acato la resolución de la mayoría y pido que al cerrar nuestras puertas sea izada nuestra bandera al tope y así se mantenga hasta que sean reconquistados nuestros derechos ultrajados. Nadie se atreverá a bajarla y ella será el centinela de nuestros invencibles ideales”.
El oficio estaba concebido en los siguientes términos:
Señor General Prefecto del Departamento.
El suscrito, en su carácter de presidente de esta Institución, ha recibido el día de ayer, del señor Andrés Rodríguez Frías, actual secretario de la Prefectura, una nota fechada el 9 de setiembre, cuya copia adjunto.
En vista de la expresada nota, la Junta General en sesión celebrada anoche, acordó que me dirija a Ud. para manifestarle, que si bien es cierto que esta institución lleva el nombre de José Pardo, también es cierto que el grupo de estudiantes que la fundaron en el año 1,906, niños en ese entonces, no tuvieron absolutamente en cuenta los visos políticos que investía ese señor. Ese grupo, ahora convertido en juventud consciente, con sanos propósitos de cooperar al desarrollo moral y material de este departamento y con él al engrandecimiento de la patria, continua sosteniendo esa feliz idea, no con miras políticas, sino como recuerdo a la era de progreso que ha iniciado la organización de la instrucción obligatoria y por mantener latente la gratitud de un pueblo, virtudes que forman la tradición nacional y ejemplo de las generaciones futuras.
En cuanto a las inclinaciones políticas que se nos quiere atribuir en la referida nota, sin entrar en ninguna clase de detalles, manifestaré a Ud., que ello es inexacto, porque de los reglamentos que nos rigen, los que también le adjunto, se informará Ud., de los fines para que se fundó esta institución: el desarrollo físico y moral de la juventud para transformarle en hombres capaces de defender la integridad nacional con la seguridad del éxito.
No creo demás expresar a Ud., señor General Prefecto, que durante los dieciséis años de existencia que tiene este Centro, se han sucedido periodos de gobierno, sin que hayamos merecido de ninguno de ellos la menor atención; prueba evidente de que la institución que presido nunca se ha ocupado de cosas ajenas a los fines para que se fundó.
Me permito también recordar a Ud., que muchas veces, cuando usted Coronel, asistía a las fiestas, que una alegre juventud, pletórica de esperanzas y libre de prejuicios de razón de estado, daba en su local y en los campos deportivos, nos felicitaba en todas ellas por nuestros triunfos, revelando su entusiasmo, por lo que tuvimos el honor de considerarlo como uno de nuestras socios honorarios; y no creemos que hoy, pasados mas de tres lustros, vea en la existencia de una institución netamente deportiva, “un reto al estado de cosas establecido”
Esperando que el presente oficio tenga el honor de merecer respuesta, ofrezco a Ud. las consideraciones de mi particular deferencia.
Dios guarde a usted,
Ladislao Serrón.
La comisión encargada de entregar el oficio evacuó el siguiente informe:
Señor Presidente del Athletic Club José Pardo.
Los que suscriben, socios activos del club etc. etc. manifiestan:
1. Que entrevistados con el señor General Álvarez, se le expresó el objeto de la visita y entregó el oficio y un ejemplar de nuestros estatutos, en que estaban marcados con rojo los artículos 1, 2, 4, 12, 13, 18, 21, 53, y el decreto que pone en vigencia los mencionados Estatutos.
2. Que tan luego vio el General Álvarez el sello del club en los Estatutos y sobre el oficio, con el nombre del Dr. José Pardo, devolvió ambas cosas, ofreciendo quedarse con el oficio para conservarlo en su archivo particular, pero sin dar respuesta y recordándonos que ya en otra ocasión manifestó que no acepta relaciones con el club por el nombre que tiene.
3. Que nos sugirió la conveniencia de cambiar de nombre al club, con lo cual, según él, tendríamos todo el apoyo oficial que necesitáramos.
4. Que reconoce que tenemos el derecho de asociarnos sin alterar el orden público, pero, dadas las actuales circunstancias políticas, lanzábamos un reto al gobierno sosteniendo el nombre de la persona que tanto daño hace al país.
5. Que el club no podrá tomar parte en fiestas públicas u oficiales a las que él asista, ni manifestaciones de ningún género, porque en el acto impedirá que se realicen las primeras y mandará disolver las otras.
6. Que tampoco vería con agrado que estas gestiones se lleven a la prensa y que si tal sucediera nos desmentiría oficialmente.
Combatidas una por una todas las objeciones del general Álvarez, nos repitió que él no autorizaba ni facultaba nada y terminó suplicándonos que no se vuelva a molestarlo más con este mismo tema.
En conclusión nuestra misión ha sido cumplida, aunque sin el éxito que era de esperar y por tal motivo corresponde al club tomar la determinación que mas convenga a sus interesas.
Es cuanto tenemos que informar en cumplimiento de nuestro deber.
Iquitos, 16 de setiembre de 1,922
José Antonio Rengifo, Ernesto Díaz, Manuel A. Machado.
Teniendo en cuenta la acordado en sesión del 11 de setiembre la junta directiva declaró en receso el club y el mismo 16 de setiembre se envió una nota al Secretario de la Prefectura que decía:
Señor Secretario de la Prefectura.
Don Andrés Rodríguez Frías.
Ciudad.
Cumplo con comunicar a Ud., que el club de mi presidencia en sesión de Junta Directiva celebrada ayer acordó declarar en receso esta Institución.
Esperando que la presente merezca respuesta soy de Ud., atto. y S. S.
L. Serrón.
Al día siguiente, 17 de setiembre, un oficial de Policía con dos guardias que en aquel tiempo eran llamados “cachacos”, procedió a pasar cal sobre el nombre del club que ostentaba la fachada.
Pero, en la misma noche un grupo de socios, capitaneados por Documet y Rosell Santolaya, mientras unos permanecían al acecho en ambas esquinas otros se dispusieron a lavar la cal, que aun estaba fresca; pero, apenas iniciado el trabajo se desató una fuerte lluvia que se encargó de hacerlo, apareciendo en el nuevo día el nombre con más claridad aún que antes.
Juan Larrañaga, relojero, adicto al régimen, que tenía su establecimiento en el frente, al abrir sus puertas por la mañana se dio cuenta de la inutilidad del trabajo de los guardias e informó de inmediato a sus jefes.
Dos días después otra cuadrilla encabezada esta vez por el capitulero Froilán Piro Armas, en la noche, como avergonzados de su acción, empleó alquitrán para borrar el nombre.
Pero parecía estar de Dios que no tuvieran éxito. Un grupo de socios entre ellos Gustavo Peláez, Juan Daniel Arévalo, Manuel Burga Soto, Rosell Santolaya, recibieron el aviso, estando en una fiesta que hacía don Antonio Bardalez, pasada ya la medianoche.
Inmediatamente salieron y al llegar frente al local se dieron con la ingrata vista de una mancha negra en lugar del nombre del club. Ya se habían sumado al grupo, Documet, Leoncio Burga, Eduardo Noriega, y algunos más cuyos nombres no hemos podido conseguir.
Introduciéndose por la reja que entonces servía de puerta al gimnasio, extrajeron la escalera de trepar. En la casa de un carpintero vecino consiguieron un par de botellas de aguarrás y despedazando un pantalón que Eduardo Noriega guardaba en el gimnasio para utilizarlo en los ejercicios, procedieron a limpiar el alquitrán, haciendo turnos y vigilando las bocacalles para evitar sorpresas.
En aquel tiempo, Iquitos, pasadas las doce de la noche casi no era transitado, y en cuanto a vigilancia, mejor que hoy, sólo se oía de tiempo en tiempo el triste silbido de los pitos, que inmóviles los “cachacos” en cada cuatro o cinco esquinas para no dormirse, hacían sonar.
No fueron pues interrumpidos nuestros héroes en la fatigosa tarea.
Al amanecer todos estaban sucios y la fachada limpia como si nada hubiera sucedido, pues, hasta se dieron maña, para que el negro de las letras quedara mas nítido aprovechando el mismo alquitrán que los esbirros de Piro Armas habían utilizado, y cal, que alguien proveyó.
Este nuevo contraste a los planes de borrar el nombre del club, parece que desalentó a los interesados en desaparecerlo, pues nada por el estilo volvió a intentar.
El 21 de setiembre de 1,922 el Dos de Mayo, en sesión presidida por Sebastián Castro López, acordó por unanimidad, ceder su local, para el desarrollo de todas sus actividades institucionales y, declaró a todos los socios del José Pardo Socios Honorarios del Dos de Mayo.
Este gesto de confraternidad deportiva, que ponía de relieve la nobleza de sentimientos de los dirigentes y socios del Dos de Mayo, era la mejor prueba de que por encima de las mezquinas diferencias personales y la rivalidad y pugna que a veces llegaba al campo institucional, afloraba incontenible y en el momento propicio la lealtad y nobleza que son características del deportista.
En el acta de protesta suscrita por todos los socios, al declarar en receso el club, se comprometían a “guardar íntegros los sentimientos de compañerismo y amor institucional, demostrados en el pago en privado de las cuotas mensuales, para que al reabrirlo el día que las libertades constitucionales brillaran se dedicaran con más ahínco al fomento del deporte”, y hacían constar que “jamás solicitaron ni menos recibieron por influencias políticas apoyo alguno, desarrollando sus actividades sólo a expensas de los esfuerzos de los asociados, que siempre tuvieron a mengua pedir algo a los poderes públicos”.
Se designó al capitán Arístides Pachas, delegado especial ante el Supremo Gobierno, para que personalmente gestionara ante el Presidente Augusto B. Leguía la reapertura del club. Pachas aceptó la designación titulándola “honrosa” y manifestando que no omitiría esfuerzo alguno para llevarlo a feliz término.
Una comisión redactó un folleto que se tituló “EXPOSICION QUE EL ATHLETIC CLUB JOSE PARDO DE IQUITOS HACE A LA JUVENTUD DEPORTIVA DEL PERU”, texto en el que se hacía historia documentada de todos los acontecimientos y estaba firmado por todos los miembros de la directiva.
La actividad deportiva local se había estancado. El Loreto, el Dos de Mayo y el recientemente fundado Stadium parecían estar a la expectativa de los acontecimientos y sus actividades se reducían a ejercicios y entrenamientos, especialmente entre equipos infantiles, cuya actividad se había despertado en el año 1,921.
No obstante la situación de incertidumbre que atravesaba el club, al crearse en diciembre de 1,922 el Comité Sportivo, organismo que estaba destinado a controlar las competencias entre los clubes y regular las relaciones institucionales, el nuevo organismo se dirigió al José Pardo solicitando su reconocimiento, ayuda económica para su sostenimiento y designación de sus delegados. El club acordó aportar su ayuda económica con la cuota señalada: tres soles mensuales y designó a Eduardo Noriega su primer delegado, lo mismo que a Ladislao Serrón y Baltasar Eguren miembros del jurado en los futuros campeonatos.
El Comité Sportivo no pudo ejercer de inmediato su probable beneficiosa influencia debido a los trastornos que originaron el receso institucional en las actividades deportivas y su organización era lenta y casi en espera de la solución del caso del José Pardo.
En el José Pardo algunos socios clandestinamente se introducían al local, vigilado por la policía, pero quienes lo vigilaban hacían de la vista gorda, dentro practicaban gimnasia y otros ejercicios, las demás reuniones las hacían en la Plaza 28 de Julio.